'La pregunta del millón'

Escrito por Carlos Illán Ruiz. 27 de abril de 2018, viernes.

¿Qué deben hacer las personas mientras son víctimas de un delito? Esta pregunta es la más planteada a los agentes de la Policía Nacional, por lo que hemos observado en distintas ocasiones, por parte de los vecinos en las charlas informativas que se ofrecen en diversos locales sociales.

La pregunta es clara, pero la respuesta no convence. Los 'agentes docentes' exponen que lo mejor es no resistirse para evitar males mayores, como pueden ser que, además del robo, causen lesiones a la víctima. Como regla general se puede admitir esta opción, pero hay circunstancias en que esto no vale.

¿Qué se hace si entran unos atracados en casa amenazando y causando daños a seres queridos? Si estamos pasivos, ¿se crecerán e irán a más? Y si es una violación, ¿qué?

Esta semana hemos conocido que en Tenerife un hombre de 83 años ha sido condenado a dos años y medio de cárcel por causar la muerte de las personas que entraron en su domicilio de forma violenta. Hizo un primer disparo de aviso y un segundo mortal hacia quien torturó a su esposa. La Audiencia considera que tenía otras alternativas para salvaguardar su integridad física y la de su mujer. ¿Cuáles?, me pregunto. Si resulta que estar drogado o bajo los efectos del alcohol beneficia a los delincuentes porque merma su racionalidad, ¿en qué situación de raciocinio puede estar una persona cuando ve que amenazan a su familia? En algunas de las charlas antes mencionadas, es un comentario habitual escuchar: "¿Cómo puede ser que el que entra en una casa ajena tenga los mismos derechos ante la Ley cuando son ellos los que provocan tensiones y trifulcas con los moradores que estaban tranquilos y sin meterse con nadie?". No se entiende. 

Luego está el asunto de 'la manada' de Pamplona, donde el fallo del juez deduce que si no hay resistencia a la violación el castigo para los autores es menor.

No creo que sea cuestión de machismo o feminismo, sino de que las víctimas, en general, parecen merecer menos consideración que el tan cacareado espíritu de reinserción a los 'malos'.

Estos hechos han sido sonados a nivel nacional, pero tampoco son nada nuevo. Hemos sido testigos de la decepción e impotencia que en juzgados de Cartagena han sufrido personas que fueron víctimas de asaltos a sus casas cuando estaban en el interior y que después ven como los castigos a los que le hicieron vivir esas pesadillas quedan en pactos para 'sentencias light' sin contar con ellos.

Podíamos contar bastantes comentarios escuchados durante los nueve años de historia de Cartagena de Ley en nuestros habituales recorridos por los pasillos del Palacio de Justicia. Algunos exageran, pero hay un buen número a los que se les observa sus caras de impotencia y de una enorme decepción en la justicia.

No basta con decir que una sentencia se ajusta a derecho y que se puede recurrir, pienso que hay que valorar más factores, como recordar que la justicia representa a la acción del pueblo hacia quien se ha salido de las normas de convivencia. Una parte del problema está en las leyes y otra se encuentra en el factor humano de los que la aplican, pues en muchas ocasiones los artículos del Código Penal ofrecen horquillas para resolver con mayor o menor severidad.

Muchos ciudadanos, a raíz de las últimas sentencias mediáticas, han comenzado a alzar la voz contra la justicia. Eso no es bueno, pero hay que reconocer que la propia justicia ha puesto granos de arena para llegar a esta situación.

Ya hay quien aboga por 'juzgar a la justicia'. Quizás sea exagerado y resulta que todo está 'ferpecto', pero (casi siempre) cuando hay ruído es por algo.

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