Adiós al maestro

Escrito por Rogelio Abad Martínez. 6 de junio de 2017, martes.

Sí señor, aunque parezca mentira, Elías Lanzón Almendros fue mi maestro en el plan profesional. Viene a mi me memoria cómo y cuando te conocí, que era en el década de los años cincuenta del pasado siglo, cuando hacías tu paseillo en nuestra recordada plaza de toros como novillero. Era en una época en que el descanso de las corridas se sorteaba entre los asistentes un jamón o una bicicleta  y cosas así. Asistido en aquella década por los banderilleros Puyerito, El Viñas y el Manene. Al vivir en el mismo barrio tú, en la recordada calle del Ángel, y yo en la Subida de San Diego, las familias nos conocíamos… tu madre la señora Margarita, la tía Antonia, etc. Pero verdaderamente yo comencé mi contacto contigo el día 5 de mayo de 1964, en el hospital de la Obra Sindical 18 de julio, donde estuvimos codo con codo hasta el 20 de noviembre de 1975, fecha que  dio nuestras vidas laborales un giro de 180 grados.

En ese periodo de tiempo en aquella empresa nos pagaban para comer y siempre que no tuviésemos el vicio de comer mucho, por lo que daba pie a tenértelas que buscar   por medio del cobro de facturas de los honorarios médicos a compañías de seguros, mutuas patronales y a particulares. Y qué decir de los informes que había que hacer en aquella maquina de escribir Remington negra de los años 50, que cuando terminabas el informe para la compañía, entre leer la letra de muchos de aquellos médicos y pasarla, acababa uno para que le diera algo.

Amigo mío y compañero del alma, con tu forma de trabajar nos has enseñado a muchos  a hacer nuestro día a día en el salto que dimos en noviembre de 1975, que cambió nuestras vidas laborales, pues pasamos a un mundo descocido, en mi caso de un  hospital de 40 camas a un gigante para mí del hospital del Rossel, y tú al Área Sanitaria Nº 2 en la Inspección Médica de Cartagena, trabajos ambos totalmente desconocidos para nosotros. Pero como eras y has sido un hombre de recursos, con el fin de no separarnos, vinimos a comprarnos las viviendas en  el mismo bloque de la calle Carlos III. Eso sí, en distintos portones. Yo siempre deseé seguir compartiendo el trabajo contigo, pues dicho sea de paso, no me fue tan mal. Pasé destinado del hospital del Rosell a la Inspección Médica cuando me fue posible y  allí estuvimos juntos otra vez con aquellos buenos jefes.Pero amigo mío, en aquella unidad no había posibilidades de ascenso laboral, lo que me llevó a emigrar al Instituto Nacional de la Seguridad Social en busca de un futuro mas prometedor, como así ha sido.

Elias, sin temor ha equivocarme, te digo que has sido maestro por dos veces. La  primera, en el mundo de los toros y la senda y, si cabe, la más importante la de ‘maestro por la universidad de la vida’, en la cual alcanzaste el grado de  ‘doctor’. Y cómo olvidarme de tu gran afición a tu Real Madrid, que hasta por practicarla tenías un escudo de oro, y de tu amor acendrado a tu familia, que fuiste un luchador con uñas y dientes para que no careciesen ni echasen en falta nada en esta vida  que nos tocó vivir

No me queda nada más que dar el pésame a tu mujer Anita, y a tus tres hijas, a tu hijo y a tu hijo político, German. Chico perdona el retraso en hacer esto, pero fue este pasadoi domingo, al regreso del Puerto de Mazarrón, cuando me dieron de sopetón la triste noticia de tu desaparición. Sólo me queda desearte un descanso en paz en la ‘Casa del Padre eterno’.

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