Museos de Cartagena: El Teatro Romano

Escrito por Javier Sánchez Páramo. 19 de octubre de 2016, miércoles..

Según la definición del ICOM (Consejo Internacional de los Museos), un museo es: una institución permanente, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierto al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe para fines de estudio, educación y de deleite, testimonios materiales del hombre y su entorno. Un lugar maravilloso, ¿no les parece?

Pero, a menudo, nos olvidamos de gran parte de esta definición y pensamos que un museo es un lugar aséptico e inerte en el que se almacenan vestigios del pasado sin más pretensión que el que estén ahí y los podamos contemplar como si fueran animales dormidos en las lúgubres jaulas de un zoo. Un museo es, como hemos visto y como veremos, mucho más.  En un museo, créanme, tras los muros de las silenciosas salas se puede estar desarrollando una actividad que, en ocasiones, podríamos calificar de frenética.

La riqueza patrimonial de nuestro país es, sin duda, de las mayores del mundo y, como causa y efecto, poseemos una de las mejores redes museísticas con grandes museos estatales, privados, a cargo de fundaciones o con cualquier otra modalidad de gestión. Tenemos, además, la suerte de que nuestra ciudad, Cartagena, sea uno de los referentes en esta cuestión, pues sus museos destacan no solo en cantidad, sino lo que es más importante, en la calidad de sus colecciones, su administración, la musealización ejemplar en muchos de ellos, sus colecciones y su proyección hacia el exterior.

Por tanto, con tan buenos mimbres, me dispongo a ofrecer en este rincón una serie de artículos en los que usted, querido lector, sea de donde sea, conozca un poquito más de nuestros museos en particular y de la enorme (y con frecuencia callada) labor de los museos en general.

Sin duda una de las marcas distintivas, que no la única, de nuestra ciudad, es su Teatro Romano. Permítanme pues que abra con él este primer artículo de la serie.

La historia comenzó en la nada lejana fecha de 1988, cuando en el solar de la Casa-Palacio de la Condesa de Peralta, destinado a albergar el centro regional de artesanía, se realiza una primera campaña de excavación...El gigante iba a despertarse.

Pronto, la superposición de estructuras y la singularidad de los elementos arquitectónicos que iban aflorando, mostraron que estábamos ante un hallazgo de singular importancia. En sucesivos años y campañas, con la implicación directa de la Comunidad Autónoma, el Ayuntamiento de Cartagena y la Fundación Cajamurcia, irían destapándose, como velos de historia pura, las sucesivas capas; el Barrio de Pescadores (siglos XX al XVIII), el Arrabal Viejo (siglos XVII y XVI), la Medina de Qartayanna al Halfa, el barrio bizantino, incluso la reconversión del Teatro en mercado en el siglo V, hasta llegar, por fin, al esplendoroso Teatro que hoy podemos admirar.

Estas "capas" están hoy plasmadas en el llamado "Corredor de la Historia" en el que de una forma didáctica y amena podemos recorrer esa sucesión de hechos y culturas que fueron soterrando el Teatro, mediante la exposición de piezas pertenecientes a las distintas épocas y un detallado panel explicativo, finalizando el recorrido una recreación virtual que nos hace entender de forma clara la desaparición de tan magna obra hasta nuestros días.

El Teatro ya había aparecido, ahora solo restaba demoler las construcciones que lo cubrían, continuar con las excavaciones, hacer aflorar la mayor superficie posible, consolidarlo, restaurarlo, integrarlo en el entorno urbano, buscar la forma adecuada de conservar y exponer las piezas que no paraban de aparecer... nada que no se pueda hacer en unos pocos años. Repito, por que creo que es necesario y casi me parece un pequeño milagro en esta España nuestra que ya sabemos todos como es, ¡en 1988 no había nada!, ¡nada!

Rafael Moneo, sería uno de los grandes responsables intelectuales de este "milagro" al proyectar la adecuación y urbanización del espacio que hoy incluyen el Palacio de Pascual Riquelme, frente al Palacio Consistorial y los restos de la Iglesia de Santa María la Vieja, que además de su valor intrínseco dota al conjunto de su peculiar aspecto.

Capiteles labrados en mármol de Carrara, dinteles grabados, altares cilíndricos con los símbolos de la Triada Capitolina, la escultura de Apolo Citaredo o un exquisito relieve de Rea Silvia, son algunas de las magníficas piezas que pueden contemplarse en el Museo, antes de adentrarnos en el "Corredor Arqueológico" .

Es este un corredor subterráneo, que comunica el Museo y el Teatro, que transcurre bajo la Iglesia de Santa María, en el que podemos observar la evolución de su cimentación desde el siglo XIII al XIX, restos de la muralla islámica, así como los vestigios de una vivienda romana anterior a la construcción del Teatro. Tras este intenso recorrido, casi onírico en el que "siglos de historia nos contemplan", una pasarela metálica nos llevará a una espectacular vista del Teatro que sin duda tardaremos en olvidar.

La visita al Teatro en sí, el paseo por su Cavea, con capacidad para 7000 espectadores, la vista de su impresionante frente escénico, el poder admirar el formidable trabajo que se ha llevado a cabo en esta construcción para que hoy pueda ser disfrutada por todos los que quieran acercarse a ella, es algo que desde aquí les recomiendo que hagan y si lo han hecho ya, lo repitan. Nuestro Teatro Romano es una joya que nunca dejará de sorprendernos con algún rincón, con alguna perspectiva, con alguna vista que todavía no habíamos descubierto. Vayan, por mucho y bien que yo pudiera escribirles y describirles, que tampoco es el caso, no podría acercarles a la sensación de ese peculiar y único viaje en el tiempo.

Pero, como les dije, el Teatro, como casi todos los museos, es mucho más, y para este que les escribe ese "mucho más" es tan o más importante que todo lo que les he relatado y, con frecuencia, una labor poco o nada conocida ni reconocida. Basten las siguientes breves reseñas de algunas de las actividades del Museo del Teatro Romano para que comprendan lo que les quiero decir.

Empecemos por los primordial, por lo básico, por lo imprescindible: las labores continuas de conservación y mantenimiento. Sin ellas, todo lo hecho hasta hoy sería, de nuevo, devorado por el tiempo. Pensemos, por una vez, la necesidad de limpieza y mantenimiento que puede tener cualquier museo o cualquier edificio público. "Solo", la labor de limpieza de un local por el que pueden transitar cientos de personas al día, ya merece una consideración importante, aunque a priori pueda parecer algo banal, nada más lejos de la realidad. Electricidad, fontanería, informática, seguridad, climatización..., cuando hayamos acabados de considerar todo esto, añadamos las labores propias de este especial Museo que, recordemos, tiene su razón de ser, el Teatro, al aire libre y en plena costa con todo lo que eso puede suponer en cuanto a deterioro causado por agentes atmosféricos; tratamientos de las maderas exteriores, aplicación de biocidas y herbicidas a la piedra, etc. Sigamos.

Las tecnologías avanzan y la labor y experiencia cotidiana llevan a la búsqueda de mejores soluciones a los diversos problemas museográficos que se plantean y, por supuesto, a la aparición de nuevos problemas. El museo que se aisle comete un grave error. Lejos de eso, el Museo del Teatro Romano ha participado en el proyecto de investigación Teatros Romanos de Hispania: puesta en común del estado de conservación, criterios de restauración y puesta en valor, coordinada por el Catedrático Francisco Noguera de la universidad de Valencia. Igualmente, en la actualidad se desarrolla un proyecto de colaboración con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el que se han digitalizado las principales piezas, realizando levantamientos fotogramétricos en 3D de las mismas por parte de un equipo dirigido por José María Luzón, director del Museo de la Academia. También se colabora con el Taller de Vaciados y Reproducciones de dicha Academia.

¿Recuerdan la definición que les ofrecí al comienzo del artículo?, "al servicio de la sociedad". No basta con ofrecer al visitante lo que se tiene, que ya es mucho, hay que buscar el interés, la culturización, la curiosidad...hay que "moverse". Tampoco a esto es ajeno el Museo. La organización de Jornadas, Cursos, Conferencias, exposiciones temporales y  colaboración con otras entidades y fiestas de la ciudad es continua. No pretendo hacer un inventario de todas, sería abusar absurdamente de su paciencia, pero permítanme, por el afán que me guía de querer acercarles la vida de los museos, que simplemente les señale las que me han parecido más significativas;  Curso Admiradas, Denostadas, Olvidadas: Mujeres de la Antigua Roma, Colaboración en las XII Jornadas de Cultura Clásica, Taller Militaria: La Vida en un Campamento Romano, Presentaciones de libros, Exposición temporal "Peces" de Pedro Cano, Exposición temporal Piranessi y el descubrimiento de la Roma Antigua, actividades y rutas con Cartagena Puerto de Culturas, actividades didácticas, infantiles...

Así, y solo así, aparecen los resultados. No soy amigo de los números, un servidor es de letras, pero entiendo que en algunos casos sirven para hacer visibles los resultados. De 137.764 visitantes en el 2009, pasamos a 181.225 en el 2015, con un significativo salto de más de 20.000 visitantes en el 2013. Algo se debe estar haciendo bien. Y les aseguro que no soy deudor en nada de este Museo, pero sí de todos, y defenderé el trabajo y la labor de todas las personas que dedican su carrera profesional a ellos. A otros por muchos menos se les alaba mucho más.

¿El futuro?, prometedor, desde proyectos de realidad virtual y aumentada, hasta la más cercana exposición de Enrique Gabriel Navarro, cuya inauguración tendrá lugar el próximo día 28 de Octubre.

Sólo me queda, para acabar, mostrar mi gratitud hacia todos los que de una manera u otra han hecho posible que ese teatro este ahí, que un trozo de la historia se mantenga para el recuerdo, para el aprendizaje, para, ¿por qué no?, la imaginación. Arqueólogos, arquitectos, historiadores, guías, personal de mantenimiento, voluntarios.... Todos sois el Teatro.

También mi agradecimiento a doña Elena Ruiz Valderas, directora del Museo, sin cuya atención y amabilidad este pequeño artículo habría sido aún más aburrido.

Gracias a usted también por su tiempo y les veo, si lo desean, en el próximo Museo.

Imprimir

powered by social2s