PERIÓDICO DE SUCESOS, TRIBUNALES y TRÁFICO DE LAS COMARCAS DEL CAMPO DE CARTAGENA Y DEL MAR MENOR                                                                         booked.net

La democracia y el miserable populismo

Fernando Sabater sentenció que el populismo es la democracia de los ignorantes y no le faltaba razón. Presenciamos los ciclos políticos y sociales que, como un carrusel, tras la estabilidad política y social se produce el acomodo y el libertinaje institucional de nuestros representantes, la confianza les hace creerse dioses de plastilina y se banalizan las instituciones, unos se aprovechan, otros son aprovechados y entre unos y otros el fenómeno de la corrupción acampa a sus anchas, parece que nos anega y, además, no diferencia entre partidos y no destiñe, puede ser azul, rojo o morado.

 

Al quite están las alimañas frustradas populistas, los fracasados del “quiero y no puedo” con discurso ingrávido, con filosofías arcaicas y arruinadas, con discursos prostituidos por su propio protagonismo enfermizo. La historia nos ha dado muestras de populistas sin trapío, y el encerado actual nos da unos cuantos ejemplos relucientes. No hay edad, localidad, filosofía política ni moral, los hay con chistera y con coleta, con rastras y con corbata, con chándal y con boina, pero siempre el discurso es mediocre, demagógico y chabacano. Están de moda y, además, abaratados, quizás coincidiendo con las rebajas mundiales del “viernes negro”, estamos presenciando la barata institucionalización del más pueril y chabacano populismo en nuestro país, en ayuntamientos, diputaciones y en nuestras más altas instituciones, convirtiéndolas a veces en frívolos espacios cabareteros.

 

Sin ir más lejos, la animadversión a los políticos del PP hicieron que populistas de pancarta y fácil verborrea encandilaran las esperanzas expectantes del ciudadano en muchas localidades de España, como la nuestra, esto, sazonado con irreverentes pactos de gobierno que hacían de escaparate al chabacano populismo que se avecinaba, sustentado por un ansia de protagonismo chabacano amparado por hechos, actos teatrales permanentes más que institucionales, han convertido a ciudades significativas y milenarias en un circo mediático de culebrones, postureos, poses y carnaval permanente, con un elenco de actores dignos de una película de Segura o del malogrado y aptaría subvencionado Trueba, sin contingencia de la indisposición a revitalizarse por falta de clase, al fin y al cabo, hoy se vive de lo anterior, era malo, pero no lo han mejorado, lo han disfrazado y enmascarado, que ya da vergüenza. Hemos cambiado a vividores de la política por populistas de cuento de Dickens.

 

Producto de la estigmatización del abuso, aparecieron en justificadas asonadas como al del 15 M, figuras populistas que en su afán de protagonismo se instalaron en lo más miserable del ser humano, banalizan hasta la propia muerte en su beneficio y protagonismo, no tienen escrúpulos ni alma ni sentimientos, y rodeados de un coro de palmeros frustrados se aprovechan de la deficiencias económicas e intelectuales de la gente de bien, pero pobres de epítetos. Son los populismos nacidos de la propia democracia, los que se han beneficiado del sistema inmerecidamente, con beneficios y en profunda insolidaridad, la misma que ahora reclaman. Son los iglesias, erreejones, echeniques, monederos, y demás fauna parasitaria que borrachos de protagonismos y formados en el sistema que denuncian, apoyados por los medios de comunicación afines a la desestabilización institucional, hordas comunicativas con poder que los arropan, amparan y los usan en su beneficio en un juego de rol interesado y desvergonzado, encuentran en los populismos chabacanos, en las populismos bananeros y radicales su maná, su fuente de egolatría particular y de ingresos, claro, no dudan en prostituir la muerte y aprovecharse de ella si es preciso en fulgurantes manifestaciones populistas o en declaraciones miserablemente irrespetuosas para llamar la atención como aranera salvaguarda de su amoralidad.

 

La corrupción, no hay más corrupto que un ser decrepito que justifica la especulación económica de los suyos que por otro lado denuncian. No hay más corrupto que el traidor, el mentiroso enmascarado, el mercader de palabras en una nueva casta política. No hay más corrupto y miserable que negar el respetuoso duelo basado en infinidad de aciertos y éxitos y aplaudir a terroristas, delincuentes y asesinos de estado por tener nomina, moral, electoral y económica y chupar de ellos. No hay más corrupto que el tonto contractual que ocupa un escaño en beneficio del populismo y en contra de los intereses reales de sus votantes, 5 millones de votantes no pueden estar de acuerdo con la miseria del alma que abanderan, no me creo que sean tan miserables, los cercenados pensionistas, las mermadas amas de casa, entre otros votantes ocasionales, les pasó y parará factura, y los que asientan en tan estúpida empresa lo pagaran en los infiramos del anonimato, nada peor para ellos.

 

Que nadie olvide que ni en el bolcheviquismo, ni en sucédasenos republicanos españoles, nada han aportado estos populistas de pancarta, camiseta y chistera, como Fleming o Cajal. No alcanzáis profundas reflexiones como Ortega. No tenéis la imaginación de Machado, Carmen Conde o Beltrí, ni mucho menos la melancólica ternura de Lorca, cualquier alma con sotana y bata os da reales lecciones de solidaridad y sacrificio. Podéis refugiaros en Marx, Lenin, Trotsky o el mismo Chávez para recrear vuestros pobres seres inertes que vagabundean entre la oscuridad y la frustración, pero nada más.

 

Algunos no rezamos para preservarnos de los peligros, sino para alzarnos ante ellos y mirarlos cara a cara, incluso no pedimos la extinción del dolor, sino superarlo. algunos no imploramos la salvación, sino conquistarla, pero, sobre todo, citando a Tagore, no ser ingrato pues, solamente a la misericordia debemos los triunfos.

 

En los Miserables de Víctor Hugo, apareció alguien que enseñó a discernir entre el bien y el mal, aquí, no hay esperanza, la de siempre en esta comuna radical e interesada, destruirse.

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