El monasterio laico; juguete del poder

Escrito por José Luis Sánchez. 23 de agosto de 2016, martes.

Miguel Andrés Starico tuvo tres hijos, Manuel Starico Ruiz, presidente del Casino de Murcia y quien inició las obras del actual edificio de este Casino. Ricardo Starico, Presidente de la Comunidad de Agricultores de Valencia. Y por último tenemos a Carmen Starico, quien heredó el monasterio.

Carmen Starico fue la madre de Ricardo Codorniu Starico, ingeniero de montes que repobló Sierra Espuña y estabilizó las dunas de Guardamar, conocido como “El apóstol del árbol” es considerado como el primer ecologista, encontrándonos monumentos a su memoria en Sierra Espuña, en Murcia y en el Parque del Retiro en Madrid. De don Ricardo se cuenta que en su vejez, ante la intención de sus vecinos de Murcia, en donde residía, de talar un viejo ficus de grandes dimensiones lo defendió personalmente con la vigorosidad de quien sabe que tiene la razón. A los dos días de la muerte de don Ricardo en 1923, el viejo ficus se desgajó desde las raíces, cayendo con estrepito sus grandes ramas contra el suelo, la gente dijo que el árbol no había querido vivir sin don Ricardo.

Don Ricardo Codornui contrajo matrimonio con Mercedes Bosch, llamar la atención de que la única calle con placa de azulejo con el nombre y que aún se conserva es la de la fachada del recinto, la calle de las Mercedes, igualmente apuntar que los restos de la familia Starico descansan hoy en el panteón que la familia Bosch tiene en el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios en Cartagena.

Del matrimonio de Ricardo Codorniu y Mercedes Bosch nacieron cuatro hijos, Carolina, Ana, Joaquín y María Codorniu Bosch, esta última fue quien heredó nuestro convento y vino a casarse con Juan de la Cierva Peñafiel, político y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Gobernación, Guerra, Hacienda y Fomento, durante el reinado de Alfonso XIII. Del matrimonio de la Cierva y Codornui nacieron dos hijos, Ricardo, abogado que fue hecho prisionero en los primeros días de la Guerra Civil y fusilado en Paracuellos y Juan, inventor del autogiro, también fallecido en los primeros días de la Guerra en un accidente aéreo en Inglaterra.

Volvamos a 1917, en la catedral de Cartagena, donde un grupo de ciudadanos de pro, con don Luis Angosto a la cabeza fundan la Cofradía de San Ginés con el fin de recuperar en la memoria del pueblo el culto al patrón de la ciudad, teniendo un rápido éxito y recuperando además la perdida romería al monasterio, el esfuerzo de la Cofradía por sacar del olvido tanto la historia del personaje como la del lugar fue muy grande y estuvo secundado tanto por la prensa, los políticos municipales e incluso el Obispo de la diócesis, quien bendijo la nueva imagen costeada por la cofradía y además de autorizar unas novenas en honor del santo, concedió 50 días de indulgencia para quien rezase un Padrenuestro ante esta imagen o participase en los actos de homenaje que la Cofradía organizaba. 

Pero a pesar de este esfuerzo por recuperar la conciencia ciudadana, las visitas anuales en romería y la gran fortuna de los propietarios que habían sido sus dueños hasta principios de los años 30 del pasado siglo, no le sirvió al cenobio para librarse de una ruina progresiva, tal como nos la describe el poeta cartagenero Antonio Oliver en un artículo publicado en el diario El Sol el 4 de marzo de 1930.

“Del monasterio y de la iglesia nada podemos referir, pues la descortesía de los encargados que allí tiene la propiedad no nos permitió la entrada. Sólo vimos en una habitación que debió de ser recibimiento, y que estaba repleta de enseres de labranza y de avíos para las bestias, un relieve de la figura del santo, santo con luengas barbas de eternidad y alto cayado. La fachada de la iglesia está en ruinas, y desde fuera las celdas que ocupaban los monjes también se ven en deplorable estado.”

El poeta, miembro de la generación del 27 y esposo de la también poetisa cartagenera Carmen Conde denuncia y pide su restauración.

“Denunciamos a la Academia de Bellas Artes este nuevo caso, de los que tanto abundan. Constituye una verdadera vergüenza dicha incuria. En aquel caserío, a unos minutos de automóvil desde Cartagena, no hay maestro, no hay sacerdote, no hay el menor vestigio de la actual sociedad civilizada.

Sólo aquellos vecinos indolentes, pegados al sol de las antiguas piedras, y a los que en último caso no cabe pedir nada, puesto que no son ellos los culpables de su analfabetismo. Los encargados de velar por el tesoro artístico provincial -esto es, por el nacional- tienen la palabra. Palabra que ha de ser concisa y enérgica, que ha de traducir en hechos inmediatos, si hemos de conservar lo poco que aún existe de este monumento, que no debe seguir constituyendo un patrimonio particular cuando la propiedad -no nos interese por qué- lo tiene tan tristemente abandonado”.

Por estas fechas la propiedad había pasado de la familia de la Cierva a manos de la familia Llovera, en la persona del sobrino de don Juan de La Cierva, Vicente Llovera Codorniu, pero su muerte repentina obligó a la viuda a venderlo, y fue el teniente de la Guardia Civil Manuel Burguete y Reparaz quien adquirió el convento.

Manuel Burguete era hijo del general de infantería don Ricardo Burguete Lana, Director de la Guardia Civil, Presidente de la Cruz Roja de España y Vicepresidente de la Cruz Roja internacional, miembro de la Academia de la Historia, además de escritor y miembro fundador del grupo literario denominado Generación del 98.

Posiblemente fuera Ricardo Burguete, hermano de Manuel, quien le pusiera en contacto con la viuda de Llovera para la compra de la finca. Ricardo, héroe de la aviación española en la Guerra del Rift, fue destinado en mayo de 1931 al cercano aeródromo de Los Alcázares como Jefe de la Escuela de Combate y Bombardeo Aéreos, el 21 de mayo de 1933 falleció repentinamente en Madrid como consecuencia de las secuelas que le habían dejado las graves heridas sufridas en campaña, en 1924. Sin duda Ricardo debió de conocer el monasterio, posiblemente desde el aire. Otro detalle que liga a Ricardo con el monasterio fue la decoración de la entrada sur al monasterio, alicatada con azulejos sevillanos con escenas del Quijote, exactamente los mismos que aún hoy, a diferencia con el monasterio, se conservan en la base aérea de Los Alcazares.

Con entusiasmo el matrimonio Burguete Herrero acometió las obras para acondicionar el monasterio, desgraciadamente con más entusiasmo que criterio histórico, de esta manera la fisonomía del edifico cambió, la capilla de la Gloria con frescos de Barroso desapareció para dar paso a una terraza mirador, se abrió una puerta en los muros del huerto en su lado sur, desapareciendo la que durante siglos había tenido el recinto orientada a Poniente, también desapareció la cubierta a dos aguas de la iglesia para quedar como terraza, además se reformó la hospedería y al atrio, se le dio un aire andaluz azulejándolo y pintando sus arcos en franjas azul y rojas. Testigo de excepción de estas reformas fue la escritora Elena Fortun que en 1936 publicó un amplio artículo sobre estos trabajos en San Ginés de la Jara.

Pero en 1936 llegó la Guerra, como ya hemos dicho los hermanos de la Cierva, antiguos propietarios del monasterio, fallecieron al principio del conflicto. En cuanto al padre don Juan de la Cierva Peñafiel, al estallar la guerra se refugió en la embajada de Noruega, pero la enfermedad y la precariedad en su refugio acabarían con su vida en 1938.

En cuanto a la familia Burguete, Luis, hermano de Manuel, propietario del convento, había aterrizado con su avión en el aeropuerto de Málaga donde fue hecho preso, juzgado y fusilado, poco más tarde fue el mismo Manuel quien también fue hecho prisionero en Sevilla, donde fue juzgado y fusilado. La pérdida de sus hijos provocó la muerte del anciano general Ricardo Burguete quien tras escribir una carta pública culpando de la muerte de sus hijos al general nacionalista Gonzalo Queipo de Llano titulada “Yo acuso” falleció  en Valencia poco después, posiblemente de rabia.

Acabada la Guerra Civil, el monasterio era propiedad de doña Rosa Herrero Díaz, viuda de Burguete y de su hijo Manuel, quien no cerró al pueblo las puertas de su iglesia, prueba de ello son las “romerías” que se realizaron al menos hasta 1944.

En 1940 en la vecina ciudad de Cartagena se intenta recuperar el antiguo culto al Santo y las romerías al monasterio, para ello la reconstituida Cofradía de San Ginés encarga una nueva imagen del santo, esta talla debe ser la que desapareció del monasterio en los años 90 del pasado siglo. La anterior imagen, realizada en 1917 presumiblemente se guardaba en la catedral de Cartagena y debió de ser pasto de las llamas el 25 de julio de 1936 junto con casi todas las imágenes religiosas de la ciudad, afortunadamente existía y existe una imagen, posiblemente del siglo XV, que se dice estaba en el monasterio antes de 1835 y que se guardaba en 1936 y se guarda hoy en día  en la capilla de San José, en la basílica de La Caridad, única iglesia de Cartagena que se libró de la furia de las masas, gracias a la determinación en su defensa de las damas de la noche del cercano barrio de El Molinete.

El empuje de esta nueva Cofradía de San Ginés compuesta por notables ciudadanos afectos al Régimen no durará muchos años, posiblemente por falta de ilusión y apoyo popular, perdiéndose de nuevo en el olvido tanto las tradiciones como la presencia del monasterio en la vida ciudadana.

Con los años doña Rosa, que vivía en Madrid debió de vender la propiedad a una empresa de seguros catalana llamada Armengoll, propietaria también de la finca de Lo Poyo, la cual en 1964 se la vendió a don Joaquín Meseguer que convirtió la finca  en una explotación agrícola y al monasterio en una ruina expoliada. 

Finalmente, la propiedad acaba en manos de la sección inmobiliaria de la caja de Ahorros del Mediterráneo, más conocida como Hansa Urbana, en la que la CAM (Hoy Sabadell CAM) participa con un 60% del accionariado. A día de hoy el banco solo posee un tercio de la mercantil. Y es el 12 de julio de 2003, cuando se presenta en los salones del hotel Príncipe Felipe en el Campo de Golf de La Manga, el proyecto de Novo Cartago, en él se contemplaba la construcción de 10.000 viviendas en torno a campos de golf y como contrapartida la restauración del abandonado monasterio de San Ginés de la Jara, la zona tenía protección como reducto de aves y plantas. Siendo la recalificación de estos espacios protegidos algo muy difícil de explicar en Europa.

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